Segunda Era

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Tras las Guerra de los Dioses las razas se alinearon, cada una hacia la deidad que habían visto como su protectora, los mortales aprendieron a vivir en una vida prospera tras la victoria de Oskuro y Paris, dando lugar a la 2º Era, o Era de la Virtud.

Oskuro alzó la Torre Negra al norte de Anduar y convenció a la más poderosa de los drows, Ezhebra, para que fuera su guardiana, logrando que Lloth haga temblar la suboscuridad con toda su ira. La Torre se convertirá en emblema del poder de Oskuro que hará creer a sus seguidores que él es el único dios todopoderoso, que es el principio y el fin, y que en un ciclo infinito crea y destruye el Universo. Bajo este engaño Oskuro logra gran cantidad de súbditos que dedican su vida a él para que les lleve a la siguiente vida cuando el mundo sea destruido, así se asientan las bases de la religión de Oskuro.

La orden de los Paladines de Ishmar es renovada tras la desaparición del semi-dios, cambian su nombre al de Paladines de Paris, su nuevo guía, que permite que los mortales sigan adorando a Gestur y Lummen y dándoles poder en su nombre. Oskuro observa los progresos de la orden de los Paladines con recelo, son una gran amenaza para el y sus seguidores, una facción leal siempre dispuesta a combatir en nombre de su dios. Por esta razón decide trazar un plan que le permite acabar tentando a un joven paladín llamado Tarhilon que le jurará fidelidad hasta la muerte, y al que enviará en una importante misión que le llevará a reclutar a cientos de humanos bárbaros de las distintas tribus que se habían ido diseminando por todo el oeste de Dalaensar. Ese ejército liderado por Tarhilon junto a otro joven humano llamado Nuggler, asoló las tierras meridionales de Urlom y acabó destruyendo la ciudad de Omerak como muestra de lealtad hacia su nuevo señor. Oskuro siguió con su plan y Tarhilon y Nuggler se escondieron en la región, donde fundaron la orden de los Paladines de Oskuro, también conocidos como antipaladines. Así oculto en las sombras, Oskuro fue formando un poderoso ejército de leales súbditos.

El mundo fue moldeado, y creció mucho bajo la estrecha mirada de Oskuro y Paris, que vigilándose mutuamente mantenían un estricto equilibrio en el mundo, para que ninguno de los poderes dominantes arrastrase al otro hasta el fin, destruyendo así el trabajo divino, o al menos eso es lo que parecía.

Durante los primeros siglos de la 2ª Era la bella ciudad élfica de Tearolin en las costas meridionales de Ainfalas había crecido en esplendor e influencia, pero poco a poco empezaron a aparecer tensiones entre las diferentes subrazas que la habitaban. Los humanos darunlay que habitaban en sus alrededores y los semielfos que habían nacido de las relaciones de algunos elfos con estos, eran mal vistos por los elfos grises, e incluso los elfos ayari, más abiertos por naturaleza los miraban con cierto grado de lástima. Los elfos grises acabaron por negar su apoyo a los ayari y lentamente las defensas mágicas de la ciudad tradicionalmente alimentadas por los grises se fueron degradando. Siglos después, cuando Tearolin ya distaba mucho del esplendor de su época dorada, algo ocurrió en los fondos marinos de la ciudad, los elfos debieron excavar más de lo aconsejable y abrieron túneles que llevaban a la suboscuridad. Demasiado tarde descubrieron la caja de pandora que habían abierto, y las defensas de los elfos colapsaron ante el ataque conjunto de los kuo-toa y una bestia infernal de la que nadie conocía su existencia, la Tarasca. Este es un triste capítulo en la historia de los elfos, y son pocos los que lo recuerdan, muchos murieron en Tearolin cuando los elfos invocaron su más poderosa magia para hundir parte de la ciudad y dejarla sellada evitando con su sacrificio que aquella bestia infernal alcanzara la superficie de Dalaensar. Los elfos de Tearolin se separaron, los pocos ayari que habían sobrevivido regresaron al bosque de Orgoth, donde buscaron la ayuda de sus hermanos silvanos y reconstruyeron el poblado sobre el gran edhelorn de Hithrim. Los elfos que habían vivido durante mucho tiempo en los barrios submarinos de Tearolin, huyeron hacia el océano, de ellos poco se sabe, sólo que algunos alcanzaron la isla de Naggrung donde volvieron a crecer alrededor de los acantilados, mientras que una parte de estos elfos de las costas sufrieron una extraña transformación, seguramente debido a la poderosa magia utilizada por los elfos para vivir bajo las aguas del mar de Soramha, dando lugar a la casta de los elfos aquanesti. Los humanos y semielfos que vivían alrededor de Tearolin viajaron en parte a la fortificada ciudad de Takome, donde con el tiempo se mezclaron con los takomitas o se refugiaron en los bosques de Thorin. Algunos de los darunlay viajaron al norte, más allá de las Ered Elen y fundaron una pequeña pero floreciente aldea llamada Celiath.

Mientras tanto, los drows vivían en una gran ciudad cercana a un cementerio considerado sagrado por los elfos oscuros, donde se llevaban a cabo sacrificios a la Reina Araña, hasta que algo sucedió en aquel lugar y un ser temido por todo mortal, conocido en algunas lenguas como Kherod-D'hin, o simplemente como el Príncipe de los Demonios o Señor de los Infiernos, aparece en la Suboscuridad. Del Príncipe se sabe que provenía de otra dimensión de existencia no controlada por los Dioses de Eirea y que de algún modo había logrado abrir un portal a esta dimensión. Aunque su natural predilección por la destrucción era clara, sus fines no siempre lo eran, y los drow pasaron a ser sus enemigos en una gran guerra. Las razas de la Suboscuridad se vieron afectadas por la aparición de este nuevo enemigo, pero sobretodo los drow, que fueron atacados sin tregua por legiones de demonios, y aunque parece ser que finalmente vencieron, sufrieron grandes perdidas y se vieron obligados a abandonar su ciudad y declarar su antiguo hogar como cementerio maldito y prohibido para su raza. Aquel cementerio fue cerrado por cuatro puertas mágicas de seguridad permanentemente vigiladas, para evitar que nada de lo que allí se podía encontrar saliese del lugar, y a partir de entonces se le conoció como el Cementerio Maldito de Zharrael-Zordan. Finalmente, los drows volvieron a establecerse en otra caverna y llamaron a su nueva ciudad Tzerneelle'dol.

En otro lugar más alejado, en la iluminada superficie, los años transcurrían lentamente, mientras las razas de Eirea evolucionaban y crecían, y los humanos se consolidaban como raza dominante de Dalaensar. Su gran ciudad portuaria, Ermite, se erigía prácticamente como capital, siempre rivalizando con Anduar la Grande. Pero en uno de esos tranquilos años, coincidiendo con el día del Solsticio de Invierno, un eclipse total de sol oscureció el día mientras la ciudad se reunía junto al observatorio en un día de festividad. Pero en la oscuridad del eclipse, una gran luz apareció en el cielo, y una disrupción mágica cubrió la ciudad. Las teorías son variadas, y hay quien habla de una catástrofe natural caída del cielo. Otros sabios cuentan que el propio Paris fue quien apareció en el cielo y destruyó la ciudad como castigo, harto de la arrogancia de los habitantes de la ciudad. Lo único cierto es que Ermite se hundió bajo el mar, con todo su lujo y su esplendor, y nadie pudo hacer nada para evitarlo. El nivel del mar subió por todas las costas cercanas, y los pantanos de Zulk aumentaron en extensión. Esa fue probablemente la última gran catástrofe registrada en Dalaensar, que continuó en perpetua evolución y tuvieron algunos años de paz.

A mediados de la Segunda Era, mientras en los cielos una nueva entidad llamada Aokromes ganaba cada vez más poder, el ejército que Oskuro había ido entrenando y aumentando de la mano de Tarhilon y sus descendientes llegó a alcanzar un gran potencial militar. Fue entonces cuando Oskuro se decidió a iniciar su particular reconquista de Dalaensar. Sus planes le llevaron hasta la ciudad de Dendara, una urbe que había crecido durante los inicios de la Segunda Era, fundada por los humanos adhurn, y sede del sacerdocio de los Clérigos de Lummen, principal objetivo de un Oskuro que deseaba acabar con la fe de los seguidores de Paris. El asedio a Dendara se alargó durante décadas, y pese a que los bardos cuentan en sus canciones las gestas y el valor de los grandes héroes de Paris, finalmente la ciudad calló en manos del ejército de Oskuro liderado por Lord Sharanos, el autoproclamado avatar de Oskuro. Lentamente Lord Sharanos extendió la influencia de la ciudad de Dendara, conquistando Galador y varias aldeas vecinas y finalmente fundando el reino de Dendara, el más grande del continente, visto con temor incluso por el caudillo de Golthur-Orod, la fortaleza de los orcos.

Los Clérigos de Lummen se vieron obligados a exiliarse en la fortaleza de Takome, el gran bastión del bien, protegidos por el rey Moisés. Sin embargo el daño causado a la orden había sido grande y sus líderes nada pudieron hacer contra la pérdida generalizada de fe que sufrieron los seguidores de Paris. Los antiguos caminos que unían Anduar y Takome con la ciudad de Dendara se tornaron peligrosos, y un gigantesco e inhóspito bosque apareció con el tiempo alrededor de la ciudad. La fortaleza de Takome empezó a estar muy poblada, y los darunlay y semielfos que habían permanecido puros, sin mezclarse con los takomitas, decidieron emigrar de la ciudad debido a las tensiones internas que crecían en una ciudad que no consideraban propia. Estos humanos y semielfos regresaron al reino de Orgoth y fundaron el poblado de Veleiron en la plana aluvial junto al río Cuivinien, donde consiguieron grandes campos luchando junto a los elfos contra los hombres-lagarto que tenían dominada la llanura.

La pequeña ciudad de Celiath, situada en el centro del conflicto entre Dendara, Anduar y Takome, sufría continuos asedios, y pese al valor y la poderosa magia de los darunlay pronto caería en las manos de Oskuro. Por eso, bajo la presión de las crecientes fuerzas de Dendara, los ciudadanos del reino de Anduar y Takome decidieron que se tenía que hacer algo, y finalmente gran cantidad de recursos fueron invertidos en ayudar a los darunlay de Celiath, y batallones de Guerreros de Arturo, Paladines de Eralie y Clérigos de Gestur y Lummen viajaron hasta la ciudad, que fue fuertemente fortificada y se transformó en un bastión inexpugnable que continuamente asediado por Lord Sharanos y Akbath –el caudillo orco– fue escenario de grandes batalles, pero resistió largo tiempo evitando así que los reinos del sur fueran alcanzados por la guerra.

Oskuro lentamente desvió su atención a otras dimensiones, y así el mundo que tantas virtudes había alcanzado en un tiempo de equilibrio, empezó a emponzoñarse mientras Paris hacía suyos cada vez más territorios e intentaba ejercer más y más control sobre los mortales sin ser consciente de lo que ello significaba.

Al perder poder Oskuro sobre el plano material, la gran mayoría de sus seguidores se desmoralizaron, creyendo que la Luz había triunfado sobre la Oscuridad finalmente. Al verse este lado resentido, el otro costado de la balanza también sufrió turbulencias, y bajo las quejas e imprecaciones a Paris, al ver este que sus seguidores se volvían egoístas y perdían la virtud y la luz que el les había mostrado, se desmoralizó y abandonó completamente el plano material.

Los Kuruloo

En la decadencia de la Segunda Era, Aokromes intentó restablecer el control tras la desaparición de Oskuro creando una nueva raza, la de los Kuruloo, de la cual se sabe poco más que su cría fue encargada a Lord Sharanos y Aokromes siempre renegó del gran fracaso que supuso no poder crear la formidable raza que había imaginado en sus sueños, superior a todas las existentes, capaz de restituir el orden de las cosas, y que al final acabaron siendo meras marionetas de las intrigas del tirano Lord Sharanos. Se dice que en la Tercera Era algunos de aquellos ejemplares permanecen habitando algunas de las cuevas inundadas bajo el laboratorio de Sharanos en Dendra.

Los ogro-magos (orgos)

Cuando Seldar llegó a Eirea al final de la Segunda Era, trajo consigo a una entidad menor, Velian. De sus sueños mezclados con los orcos de Astaroth, nació una raza repleta de magia, los ogro-magos.


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Otros compedios históricos
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